viernes, 24 de abril de 2009

Perdida.

A veces nos sentimos perdidos... No sabemos cómo ni por qué hemos llegado al punto en el que nos encontramos. Sólo sabemos, que nada tiene sentido y que da igual lo que hagamos o a dónde vayamos, porque nos sentimos desorientados en cualquier lugar.
A veces necesitamos darnos cuenta de que no estamos siguiendo el camino correcto para poder empezar de nuevo.
Sin embargo conseguir eso es difícil... No basta con dejarnos llevar día tras día sin pensar siquiera si lo que hacemos, lo queremos para nosotros mismos es seguir con esa rutina que nos arrastra.
Por eso creo en los cambios. Porque ayudan a encontrarse.
Sólo a veces.
Ayudan a que nos demos cuenta de que nos habíamos perdido, de que necesitábamos algo nuevo, algo que llenase el sinsentido que nosotros mismos habíamos creado. Muchas veces me planteo el futuro que voy eligiendo...
Y cuando miro hacia delante me asusto.

jueves, 16 de abril de 2009

No conocí el país.

No conocí el país.

No conocí el país
de donde tú llegabas:
lo busqué en cada mapa
pero no figuraba.
Por eso, al ver tus ojos
ya me lo imaginaba
con un río celeste
oleando en sus montañas
(¿Fue el río el que te puso
de agua la mirada
y esa manera dulce
de apoyarla en la nada?)
No conocí el país
de donde tú llegabas:
por eso, al oír tu risa
yo me lo dibujaba
con una torre alta,
henchida de campanas.
(¿Fue allí donde aprendiste
a alzar la carcajada
y ese modo de darla
sonora, larga, clara?)
No conocí el país
de donde tú llegabas.
Toqué tu piel y dije:
-Viene de donde se ama.
Por eso fui tu amiga:
de puro equivocada
que hoy sé que no había río,
ni torre, ni campanas...
Fuiste un sueño apenas
y era yo quién soñaba.
Tan sólo había tu pecho
con la puerta cerrada,
sin rincón de caricias,
sin paloma nidada,
sin lugar para un beso,
sin luces, ni guitarras.
Por eso no podías
sentir que me hacías falta
ni beber poco a poco
el color de mis lágrimas.
Por eso no podías
atarte a mis palabras,
la mitad, entre risas
y la otra, lloradas.
En vano tantos versos:
mi silencio extrañabas.
Por eso, sin siquiera
decirme qué pasaba
en un día cualquiera
me dejaste olvidada.
Qué triste es despedirte,
pasajero de mi alma...
Tu recuerdo me sigue
como un pájaro en llamas.
No podías quererme.
Hoy lo entiendo y me daña
pero sé que es la vida
la que anuda o separa.
No conocí el país
del que te despegabas
ni tampoco tú el mio,
coloreado de infancia.
¿A quién culpar entonces
de estas cosas que pasan?
Me llevo mi solecito
le sobra a esta nevada.
Mi última muñeca
mira y no entiende nada.
Mi última inocencia
es lágrima de almohada.
Yo apago los reproches
como apago mi lámpara
mientras una certeza
se enciende en madrugada:
No pudiste quererme.
Eso es todo. Qué lástima.
Elsa Bornemann
Una y otra vez vuelve a repetirse el mismo cuento.
Necesito que alguna vez salga bien.
Ojalá sea pronto.
Ojalá deje de doler.
Mientras tanto me pego el corazón.
Todo pasa.
Espero que también pases tú.

lunes, 6 de abril de 2009

Trocito de alma


Y aquí estoy sola.


Como siempre he estado.


Sin retazos, sin memoria.


En esta calle desolada con cuatro hojas.

Con cuatro gatos sucios.


Sin nada que perder.


Porque está todo perdido.