martes, 29 de septiembre de 2009

La culpa es de uno

Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto
ah pero mi tristeza solo tuvo un sentido

todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron

hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad
pero vos encontraste la manera
una manera tierna
y a la vez implacable
de desahuciar mi amor

con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible
lo envolviste en nostalgias
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera
ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte
que no es mucha

creo que tenés razón
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo

hace mucho muchísimo
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno

ahora estoy solo
francamente
solo

siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado

antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno

con los ojos bien secos
por si acaso

miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.


Mario Benedetti

lunes, 28 de septiembre de 2009

Re-vivir

Algo falla en el mecanismo. Quizá es sólo una tuerquecita. O quizá es un pequeño muelle roto.
Mientras el tiempo pasa, mi reloj se va parando lentamente sin saber la razón.
Sólo espero, que cuando se pare del todo, empiece a ir hacia atrás para así poder revivir todo aquello me hizo ser lo que soy.
Porque de recuerdos alimentamos la esperanza que nos hace personas.
Porque tal vez, solo tal vez, así te quedarás siempre junto a mi.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Sólo dormir

Pretendo dormir hasta que todo muera.

Hasta que las cascadas se sequen.

Y el invierno de mis días acabe por apagar la llama que enciende mi corazón.



Pretendo dormir hasta que no haya suerte.

Hasta que el destino se canse de esperarme.

Hasta que mirando las estrellas, consiga convertirme en una de ellas.


Para ser visible e inalcanzable al mismo tiempo.

Para que te des cuenta de que estamos a años luz.

Para brillar fuerte hasta que el mundo se quede ciego.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La gotita.


Érase una vez una pequeña gotita de lluvia. Caía y caía...

Desde las alturas. Desde su nube de algodón.

La velocidad de su cuerpecito de agua no le permitía nada más que asomar sus etéreos ojos de vez en cuando para intentar vislumbrar el lugar donde acabaría su pequeño ciclo.

¿Sería el mar? Desde que ella tenía memoria, siempre había querido formar parte de esa inmensidad y unirse a las otras miles de gotitas que cantaban al compás de las olas. Era algo tan especial... Tenían tanta suerte esas gotitas... Pero, ¿y si caía en un bosque? No podía imaginar todo aquel verdor junto... Tantas gotitas resbalando por la frescura de las hojas y de los troncos de árboles tropicales... Mientras tanto la gotita seguía cayendo más y más abajo. También se le ocurrió que podría caer en una ciudad. ¡Eso sería emocionante! Coches, edificios enormes, asfalto... Ya le quedaba poco para llegar a su destino. Ya empezaba a ver algo... Algo que no esperaba... ¡Un desierto! ¡No, no, no, no! Ése era el único lugar que le aterraba... No quería acabar desapareciendo en un lugar tan vacío... Sin plantas, sin animales, sin vida... Pero a él se aproximaba. No hacía viento, así que aquel era el lugar donde acabaría su corta vida.

Cada vez lo tenía más cerca... Ya casi no le quedaba tiempo cuando, de repente, se dio cuenta de que no caería sobre el árido desierto, sino sobre un niño.... Bueno, más bien sobre su boca abierta que esperaba cada una de esas gotitas con ansia, con necesidad... Y, entonces, se alegró porque de repente supo que sería bonito caer en el mar, en la ciudad, en el bosque... Eran lugares en los que siempre había deseado morir. Pero que acabar en la boca de ese pequeño niño y ayudarlo sería mil veces más bonito. Y, por fin, sonriendo con toda su alegría, nuestra pequeña gotita murió.


Ojalá todos fuésemos gotitas de agua.