viernes, 30 de agosto de 2013

Mamita, mamita.

Hoy me he despertado con una horrible sensación de tristeza existencial. Yo le llamo así a esa tristeza que se cuela por todos tus rincones y ya no te deja ver nada más que el vacío. 
Pues así fue mi despertar. Pero, después de levantarme y lavarme la cara, mi madre me ha llamado. 
-Hija ven, mira...
+ ¿Qué es eso, mamá?
- Son cosas que escribí cuando eras pequeña. Mira, aquí pone 1992.
Y comienza a leerme... El primer fragmento que lee, corresponde a una anécdota graciosa y ambas nos reímos. Ella al recordar y yo, al descubrir. Después, comienza a leer otro. En éste, habla sobre el miedo que tiene a perder a su pequeño milagro. Lo doloroso que sería perder a su hijita con los ojos verdes como el mar de Santander. Le ruega a Dios que no se la lleve. "Es mi nuevo motivo para vivir, el motor que rige mis días" 
Cuando ha acabado de leer un par de fragmentos más, estábamos llorando como magdalenas. Supongo que mi madre lloraba porque posee una sensibilidad extrema y un sentido del amor inigualable. Yo lloraba porque sentía otra cosa muy distinta.
Lloraba porque de repente me he dado cuenta de que había perdido la esencia de lo que significaba querer a una madre, también me he dado cuenta de que con tres años ya había heredado su sensibilidad y una inteligencia emocional inmensa. Era capaz de hacer sonreír a mi madre. Era cercana a ella y sabía cómo consolarla con un simple dibujo, una sonrisa o una frase. 
Éste ha sido uno de los momentos más importantes de mi vida. Ha sido revelador e intenso. 
Hoy he vuelto hacia atrás 21 años y he vuelto a ser la niña que era para aprender de nuevo cómo dar lo mejor de mí a la persona que me dio la vida. Gracias, mamá.

Ginie

domingo, 5 de mayo de 2013

Recuerdos

¿Se pueden doblar los recuerdos como si fueran pañuelos y guardarlos en un cajón?

Ahora, que sí.

Ginie

martes, 16 de abril de 2013

Así lo viví yo


Ahora lo veo todo tan claramente que me siento estúpida. Estúpida por haber dado absolutamente todo de mí porque funcionara, cuando él no daba nada. Estaba tan sumido en sus propios problemas, en su propio ego (ese ego que no significa que seas una persona muy segura ni que irradies autoestima, sino que sólo piensas en ti, aunque sea de manera autocompasiva) que no hizo nada por nosotros. Y yo pensaba: "Está mal, tengo que tratar de ayudarlo, yo puedo tratar de mantener la relación viva, aunque sea sola, yo lo llamo, yo voy a su casa, yo le sorprendo con pequeñas cosas para que se sienta mejor". Ahora veo mi error. Le dí todo en bandeja. Él no tenía que hacer nada, yo lo hacía todo. Y de pronto, ya no había una relación, solo estaba yo, más sola que nunca, al lado de una persona que decía que me amaba, pero que no tenía ninguna acción ni gesto que lo demostrara.

Fragmento extraído de "El blog de la Ex."


Y resulta que a miles de kilómetros pasan las miles de mismas cosas.

viernes, 29 de marzo de 2013

Viernes Santo

Hay días como hoy, en los que la melancolía flota en cada poro de mi piel.
Me acuna suavemente hasta llevarme a la orilla de algunos recuerdos. 
A veces, me pregunto qué sería de mí ahora si tú siguieras a mi lado. 
Probablemente seguiría infeliz con tus imperfecciones, 
pero serena y dulce, 
como sabiendo a donde íbamos a llegar. 
Ahora es la incertidumbre la que me acompaña y me arropa por las noches. 
La incertidumbre de nuevos horizontes y de los pasados que no volverán. 
Supongo que es más fácil dejarse llevar y dejar de nombrarte en sueños sobre llantos y desilusiones. 
Habrá que arrugarse y prepararse para los nuevos días,
para que cuando uno se sienta libre, 
florezca y con él,
por fin lo nuevo.

Gin