
Los ángeles de la pena lloran a ratos conmigo... Y me dejan ramitos de nomeolvides debajo de la almohada... Se turnan para calmar mis lágrimas y no dejan que la soledad se acomode en el sillón.
Me velan como si fueran las últimas lágrimas. Me dejan hacer y deshacer ilusiones en mi rinconcito. Y no me reprochan nada. Sólo me dejan estar y pensar... Mientras tanto la tristeza se ha instalado en el segundo y yo, que vivo debajo, noto las goteras que empiezan a inundar mi habitación. Ojalá me ahogue entre sus olas para poder volver a sentir paz.
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